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Intento volver a coser con palabras colchas enteras hechas con pequeños retazos de lo que veo en el día, imágenes que no se van , que permanecen y que me dejan con sabores distintos, cuando me vuelvo un águila, miro con los ojos friamente, pero cada rasgo se me queda grabado, no extiendo las alas sino que me cubro con ellas, e intento tener un gesto seco de roca que ahuyente a la gente, más sin embargo, detrás de esa piedra los latidos ensordecen, los latidos me delatan... y el dolor del otro es mi dolor, es como si momentaneamente me enlazara con el mundo como formando parte de una red y en ese preciso instante mis lágrimas se escapan furtivamente, mi aliento se vuelve amargo y el peso que cargo en la espalda se me parece mucho al de Atlas, mis propias vértebras me atacan recordándome que debo dejar a un lado tan enorme morral.
Hay días como hoy, donde tengo que enfrentarme nuevamente a la fragilidad, donde debo aceptar la pérdida del hombre que conocí, del hombre de voz de trueno, del hombre recio que mi abuelo ya no es, días donde debo aprender a vivir con la muerte.
1 comentario:
Tienes razon, porque tener que llegar ese momento para uno empezar a entender, deberian acostumbrarnos desde niños
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